En el primer trimestre de 2025, la economía argentina ha comenzado a mostrar señales contundentes de recuperación tras años de estancamiento, inflación descontrolada y desequilibrios estructurales profundos. Bajo la conducción del presidente Javier Milei, el país experimenta un giro histórico en sus indicadores macroeconómicos. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 5,8% interanual, lo que representa una recuperación sólida frente al deterioro acumulado durante los años previos.
Este crecimiento no es un fenómeno aislado, sino parte de un patrón consistente que abarca diversas áreas de la economía real. El consumo privado, principal motor de la demanda interna, aumentó un notable 11,6% interanual en el mismo período. Aún más destacable es el crecimiento de la inversión, medida como formación bruta de capital fijo (FBCF), que alcanzó un extraordinario 31,8% interanual. Este nivel de inversión es especialmente relevante, ya que indica una renovada confianza empresarial en el clima macroeconómico y en la sostenibilidad de las reformas estructurales implementadas.
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Un cambio de tendencia: consumo e inversión lideran el repunte
Al observar la serie desestacionalizada, que compara trimestre contra trimestre, también se aprecian mejoras: el PIB creció un 0,8% respecto al trimestre anterior, el consumo privado un 2,9% y la inversión un 9,8%. Estos datos confirman que no se trata de un simple rebote estadístico, sino de una recuperación sostenida en curso. Además, el índice de confianza del consumidor nacional, elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella, se ubicó en 45 puntos en junio de 2025, superando los niveles observados en los últimos dos años y marcando un ascenso desde los 37 puntos registrados en junio de 2024.
La intención de compra de bienes durables también exhibe un repunte significativo, alcanzando los 36,6 puntos, lo que demuestra un renovado apetito de los consumidores por bienes de calidad y duraderos. Paralelamente, el mercado inmobiliario y automotor muestran signos de dinamismo: las hipotecas anotadas en mayo de 2025 crecieron un 354% respecto al mismo mes de 2023, y las compras de automóviles 0 km aumentaron un 61% interanual, llegando a más de 56.000 unidades.
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Estos indicadores no solo reflejan una mejora en las condiciones materiales de vida, sino también un cambio en las expectativas y en la racionalidad económica de los agentes. La política monetaria austera, la reducción del déficit fiscal y el ordenamiento del Estado, junto con la liberalización de precios y la desregulación del comercio, han comenzado a dar sus frutos. A contramano de las advertencias catastrofistas, el “shock” económico implementado por Milei no destruyó la economía, sino que la estabilizó, reordenó incentivos y reactivó la inversión.
La narrativa hegemónica frente a la realidad económica
Este proceso recuerda que el crecimiento económico sostenible no surge del gasto público ni de la emisión monetaria artificial, sino de reglas claras, estabilidad institucional y respeto por la propiedad privada. El modelo libertario que Milei impulsa, inspirado en la Escuela Austríaca y en los principios del libre mercado, está mostrando resultados concretos y medibles.
A pesar de estos logros, los medios opositores han insistido durante meses en instalar la narrativa de una supuesta catástrofe económica inminente. Sin embargo, los datos desmienten categóricamente estas afirmaciones. Una vez más, queda demostrado que los operadores mediáticos han mentido respecto al comportamiento económico: la economía argentina no se está desplomando, como profetizaban; muy por el contrario, está saliendo adelante gracias al modelo económico que Javier Milei ha tenido el coraje de aplicar en un país acostumbrado a décadas de populismo, subsidios insostenibles y planificación estatal ineficiente.
La evidencia es clara. Argentina está de pie y avanzando. El rumbo trazado por el presidente Milei no solo es coherente con los principios de una economía libre, sino que empieza a reconstruir la confianza destruida por décadas de dirigismo y demagogia. El desafío ahora es sostener esta línea y profundizar las reformas estructurales que devuelvan al país el dinamismo perdido.