Primero se sintió apurada por el calendario. Luego, por el reloj. Ahora, por el cronómetro. Gran parte de la dirigencia política ingresó en estos días a una escalada irrefrenable de negociaciones, peleas e intrigas. El objetivo: definir su oferta electoral en medio de una pavorosa crisis de representación, desnudada por una ciudadanía que bate récords de ausentismo en las urnas y cuya lista de preocupaciones se robustece por demandas desatendidas. Desde hace mucho tiempo.
La renovada urgencia que por estas horas marca el paso tanto del Gobierno como de la oposición se encuentra con facilidad en cualquier mapa: la provincia de Buenos Aires. Allí, en apenas diez días, se cumple el plazo para presentar frentes electorales para los comicios locales del 7 de septiembre. Y el 19 cierran las candidaturas en las listas.
La dirigencia política entró en una irrefrenable escalada de negociaciones por la oferta electoral
Esto no les gusta a los autoritarios
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Con la misma fruición y hasta desparpajo, cada cual atiende su juego. Más o menos brutal. Más o menos público. Pero con altos niveles de hipocresía y desesperación en sangre.
En ese clima debería contextualizarse el desembarco proselitista de Javier Milei en la Provincia del último jueves. El primero desde que es presidente (y no será el último, claro). Es tan cierto que estaba previsto para abril y la muerte del papa Francisco lo truncó, como que se concretó al filo de los vencimientos electorales. Nada es casualidad.
Milei se repitió en sus desaforados insultos y diatribas, como penosamente nos tiene acostumbrados. El principal destinatario fue el gobernador Axel Kicillof y el kirchnerismo en general, a los que acusó por las “décadas de desidia” provincial. ¿Incluirá en esa crítica a quien la gobernó ocho años durante la era K y ahora es uno de sus secretarios de Estado? Tabula rasa.
La presencia de Milei buscó dar señales en varios sentidos. Internamente, la búsqueda de cohesión y de respaldo hacia la hermanísima Karina y su operador en el distrito, Sebastián Pareja, organizadores del evento partidario en las afueras de La Plata.
Pareja viene siendo muy cuestionado, incluso en público, por los influencers de Las Fuerzas del Cielo, que auspicia el asesorísimo Santiago Caputo. A la falta de espacio en las listas le suman denuncias sobre llamativos contubernios con (¿ex?) dirigentes peronistas, sobre todo en el Conurbano. Milei no se mete, aún: abrazó a Pareja y saludó a los caputistas y su líder, presentes en Gonnet con perfil bajo.
Hacia afuera, la aparición presidencial exhibe que va a apuntalar la campaña, como lo demostró en CABA. Al revés de lo que sucedió con su apoyo a Manuel Adorni, aquí aún no hay candidaturas definidas, salvo la de José Luis Espert, que liderará la boleta de LLA en las legislativas nacionales de octubre.
Esa participación de Milei conlleva una presión extra para el PRO, atascado internamente en el nudo de cómo sacar algún beneficio a su rendición incondicional ante LLA para ir juntos en la Provincia.
Es tal la inflexibilidad de la hermanísima para absorberlos, en vez de armar una alianza, que desde algún despacho oficial se hizo filtrar cómo se llamaría esa unión electoral: Frente La Libertad Avanza. No es broma.
La tríada negociadora amarilla –Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro– volvió a reunirse esta semana con Pareja. Y hablan casi a diario. El jefe del bloque en Diputados incluye en sus conversaciones al asesorísimo Caputo, aparentemente más pragmático. ¿Lo hace para abrir otras ventanas de diálogo o como cuña en el triángulo de hierro?
El apremio al PRO está redireccionado hacia sus intendentes bonaerenses, muchos de los cuales se resisten a aceptar que las listas en sus municipios las definan los libertarios. El karinismo prometió ser magnánimo, al garantizarles que les darán gobernabilidad y evitarán la tentación de removerlos. Tampoco es broma.
Mauricio Macri luce desorientado y con cierto desasosiego. Siente que el mileísmo lo maltrata y cada vez son menos los propios que le responden. Un proceso que se aceleró con el resonante tercer puesto en los comicios porteños.
Sus antiguos aliados Emilio Monzó y Miguel Ángel Pichetto lo instan a resucitar JxC a nivel provincial. Aseguran que Elisa Carrió daría su aval, aunque ella lo niega. ¿Confluirían en una tercera vía con el cordobesista Juan Schiaretti y el radical Facundo Manes, que se mostraron juntos? Marchen brújulas para unos cuantos.
Este tipo de enredos también están a la orden del día en el peronismo bonaerense. Tras la breve tregua por la condena, detención e inhabilitación de Cristina Fernández de Kirchner, se retomaron las discusiones para el armado de una lista de unidad.
Milei se repitió en sus desaforados insultos como penosamente tiene acostumbrados
El clima interno dista de atravesar por un período de distensión. Más bien, todo lo contrario. El cristinismo, liderado por La Cámpora, insiste en manejar la lapicera de las candidaturas y en que Máximo Kirchner herede a su madre al frente de la boleta en la tercera sección, la más populosa de la Provincia y donde nunca perdió el kirchnerismo.
Kicillof, varios de sus ministros e intendentes aliados se resisten a la concesión de semejantes prerrogativas. Al respecto, el gobernador habló el pasado martes con el jefe lomense, Federico Otermín, uno de los pocos puentes con el camporismo. Y al día siguiente con Sergio Massa, que ha reforzado su sociedad táctica con el sector cristinista. 2027 está más cerca de lo que muchos creen.
¿División de la lapicera por tercios? ¿Se replica igual en la votación local de septiembre que en la nacional de octubre? ¿Qué lugar se le da al resto de las tribus peronistas que se acercaron por el fallo contra CFK? Estas y otras incógnitas buscarán ser zanjadas en un debate áspero de mesa chica entre Kicillof, Kirchner Jr. y Massa.
Antes ¿o después? (según a quién se pregunte), una mesa ampliada representativa de ese triángulo asfaltará –o no– el camino para la letra chica del acuerdo. En ella participarían Carlos Bianco, Fernando Espinoza, Julio Alak y Jorge Ferraresi, en nombre de Kicillof. Otermín, Mayra Mendoza, Mariel Fernández y Leonardo Nardini, por Kirchner. Alexis Guerrero, Cecilia Moreau, Juan Andreotti y Rubén Eslaiman, encarnando al massismo.
Antes, el viernes último, Kirchner Jr. consiguió sentar en la sede del PJ nacional a representantes de todos los espacios internos, pero solamente para organizar la campaña de defensa de su madre. Sin la presencia de Kicillof, obvio. Juran que ni se mencionó el tema de las listas.
No todo son diferencias, atención. En la definición de nombres para los cargos electivos provinciales será clave el destino que tendrá en Diputados la media sanción que el Senado le dio esta semana a la reelección indefinida de legisladores. Contaron con el voto de un sector libertario. ¿Y la casta?
Con la excusa bonaerense, la política oficialista y opositora vuelve a redireccionar gran parte de su energía rumbo a la temporada alta de negociaciones, acuerdos, traiciones y rupturas. Siempre momentáneas. Hasta la próxima.