«Diego fue una de las personas más generosas que conocí”, dice el periodista Daniel Arcucci durante el diálogo a propósito del recientemente publicado Diego Maradona – Jamás me voy a olvidar- México 86, la historia de mi mayor victoria (Sudamericana). El libro revalida el anterior Mi Mundial – Mi verdad, de 2016, publicado por los 30 años del segundo título del seleccionado argentino. Ahora, Arcucci reivindica esos textos pero les agrega detalles de los encuentros con Maradona en su casa de Dubai, cuando «vivía exiliado, porque Diego fue un exiliado del fútbol argentino, literalmente», explica.
Arcucci y Maradona iniciaron una relación periodística que se volvió más íntima a través de los años. El primer encuentro se produjo a mediados de los 80. Quiso entrevistarlo para El Gráfico con la idea de pasar una Navidad con él y su familia. Pero Diego le negó la entrevista; sin embargo, enseguida hubo otra nota que inició la relación afectiva entre ellos, que con el tiempo compartieron cientos de anécdotas que fueron más allá de lo laboral e incluyeron encuentros familiares. «Pero yo siempre preferí no sacar ventajas; incluso le dí más importancia a nuestra relación que a una primicia», aclara quien había quedado en el medio de una pelea feroz entre la popular revista El Gráfico y el jugador.
Junto al colega Ernesto Cherquis Bialo, Arcucci y el mismo Diego le dieron forma a uno de los libros más populares de la literatura deportiva: Yo soy el Diego de la gente, una suerte de memorias de Maradona en primera persona. Luego llegaron otros trabajos con palabras de Maradona escritas por Arcucci, quien supo cómo darle a sus textos la voz maradoniana.
«Esto lo logré por la confianza de Diego, lo cual es un honor pero también una gran responsabilidad. Me propuse darle a los textos la voz de Diego, sus giros». Arcucci se instaló durante 20 días de 2016 en la casa de Diego en Dubai. Una mansión que describe en las páginas de Jamás me voy a olvidar, en el que da cuenta de un Diego ameno que se sentó a revivir con él los siete partidos de México 86 que Arcucci llevó grabados en un pen drive.
De esa experiencia Arcucci destaca, entonces, la «memoria fotográfica» de Maradona al ver los partidos y leer recortes de época. «Recordaba los partidos con precisión», aclara el periodista, pero le costaba sentarse a verlos de nuevo. «Hasta que conseguí que se siente y desde ahí hicimos una rutina de trabajo que tenía la base en siete capítulos, cada uno de un partido de aquel Mundial», explica.
«Ver esos siete partidos otra vez con Maradona fue una experiencia maravillosa», sonríe Arcucci como puede sonreír alguien que recuerda un momento maravilloso de su vida. En esos tiempos (post Sudáfrica 2010) Diego estaba enojado con Carlos Bilardo, quien se convirtió en su blanco constante durante la estadía. Pero luego, en el libro, Arcucci incorporará entre los nuevos textos un recuerdo al respecto. En uno de los capítulos recuerda el pedido de Maradona para que Bilardo se sume a los jugadores campeones del 86 en una fiesta en Vicente López que incluyó un abrazo entre ellos. «Esa noche Diego definió a Bilardo como el padre de la criatura y lo invitó a sumarse al escenario».
«Finalmente, creo que en esta versión del libro conseguí mostrar al Maradona más puro», comenta. Y niega que esté preparando una biografía desde su mirada a 5 años de la muerte de Diego, ocurrida el 25 de noviembre de 2020. «La vida de Maradona es inabarcable. Pero prefiero quedarme con este nuevo libro porque tiene la voz de Maradona, que es lo que yo quería». Y agrega que lo ideal sería «enfocar» algún momento de su vida y no su totalidad: «Como hizo Asif Kapadia con su película, en la que se centra en el Diego que pasó del Barcelona al Nápoli». Y agrega: «Nápoles es la metáfora de toda la vida de Maradona. En Nápoles resucita después de Barcelona, llega a la gloria y se cae. Levantarse y volver a caer es la vida Maradona».
Es entonces que Arcucci se posiciona: «Porque lo que siempre intenté hacer con Diego es no juzgarlo, ni a favor ni en contra. Hay cosas de Diego con las que no estaba de acuerdo, pero no es el rol del periodista juzgar. Aunque eso es algo que está bastante confundido en los últimos tiempos. Lo que trataba era de entender por qué reaccionaba así, o por qué hablaba así, o por qué decía algunas cosas, pero nunca juzgarlo».
De las cientos de anécdotas que vivió Arcucci junto a Diego, dice que le resulta difícil elegir una porque «hubo tantos Maradona en una persona». Opina que su mejor momento como jugador fue el del 86 por «su fulgor maravilloso de los 25 años», aunque también se queda con el que la rompió en el Nápoli en la temporada 86/87. «Pero el Maradona imperfecto también es Maradona, y sin esa imperfección no sería Maradona ni sería el mito Maradona». «Lo que queda en claro -analiza- es que Maradona fue mucho mucho mucho más que un futbolista. Su imagen trascendió al fútbol, y no hay muchos personajes que hayan trascendido como él. Entonces, te puedo decir que el mejor Maradona fue el del 86, pero antes y después hay cantidades de Maradona que terminan construyendo al Maradona que hoy es un mito que trasciende al futbolista».
Entre los proyectos que tiene Arcucci, actual columnista televisivo y radial, está el de volver a aquella primera entrevista que le hizo en los 80: «No fue en la Nochebuena en la que me negó la nota, si no la que me dio al día siguiente, cuando sí me dio la entrevista, que luego supe que no le gustó y que se enojó cuando se publicó. De esa charla se cumplen cuarenta años y la voy a escribir de nuevo, la quiero escribir bien, no como la escribí aquella vez. La quiero escribir en tiempo presente». Y enseguida: «Quiero comparar, contrastar, a aquel chico de 22 años que escribió esa nota contra este hombre de 61, casi 62 años. Ahora puedo reconstruir de otra manera».
Arcucci despeja la palabra amigo cuando se le pregunta cómo definir su relación con Maradona. Y dice que el valor de su relación fue el respeto y la conciencia de su estado: «Me perdí muchas notas porque no quería entrevistarlo, sobre todo para medios audiovisuales, en determinados momentos en los que consideré que no había ningún valor en mostrarlo luchando contra algo, y no estoy hablando de droga, estoy hablando de lo que sea».
Sin embargo, destaca que Diego tuvo gestos muy notables con él. Como en 2014, cuando Arcucci -corredor de maratones- andaba con un problema personal y el mismo Maradona le dio una mano: «En enero yo iba a ir a correr a Dubai y Claudia (Villafañe) hizo de nexo y Maradona mismo me llamó para decirme que me hospede en su casa y no en el hotel que había reservado. Me preguntó qué me estaba pasando. Ahí me dí cuenta de que era la primera vez que él me preguntaba a mí cómo estaba. Me dijo que deje el hotel y que me fuera a su casa. Compartimos como diez días y hablamos un montón, un montón, hablamos y me preguntaba cosas. Me acuerdo de que la noche anterior a la carrera me preguntó con qué remera iba a correr. Le dije que con una de las Selección argentina que tenía en mi bolso. Y me dijo dámela, y agarró un fibrón y escribió en la espalda Dani ya ganaste. Así que corrí con esa remera, que todavía la tengo ahí, atrás, en ese mueble. Desde ese momento me dije sí, somos amigos, y te juro, te juro, créeme, que desde ese día dejé de pedirle notas. Si surgía, bueno, pero no era mi prioridad hacerle notas. Desde ese momento la relación fue para saber cómo andaba uno y otro».
Imposible evitar la muerte de Diego, a poco de cumplirse cinco años. Arcucci resume en «tristeza» pero agrega: «Fue la forma más inmerecida de morirse. Fue muy descuidado. Me pegó durísimo cuando me enteré: yo estaba al aire en la tele, iban cinco minutos de programa y me acuerdo que dicen aquello de Diego no resistió y dije al aire no voy a dar esta noticia». También pensó, en ese momento, que tal vez no era cierto porque Diego se había muerto tantas veces antes: en el 2000, en el 2001, en el 2004 y hasta en pleno Mundial de Rusia 2018. «Su eterna vida llena de muertes y resurrecciones», dice ahora Arcucci, quien no digirió la noticia hasta un almuerzo en su casa, casi una semana después. Entonces explotó en llanto.
«Lo que fui interpretando es que, más allá del descuido que hubo hacia él, también de parte de Diego había una cuestión muy dolorosa para con él mismo, porque Diego ya no se sentía Maradona y eso lo martirizaba». Y agrega: «Para Diego, su forma de ser Maradona era hacerle dos goles a los ingleses todos los días. Y si él no le hacía dos goles a los ingleses todos los días, no se sentía Maradona».