Con un déficit histórico de casi US$3.500 millones en el primer trimestre del año, la balanza comercial del turismo en Argentina está generando preocupación tanto en el gobierno, como en el sector privado y los analistas. El turismo emisivo —argentinos viajando al exterior— creció más de un 100% en comparación interanual, mientras que el receptivo —visitantes extranjeros que ingresan al país— cayó un 8%. La consecuencia directa es un desbalance que no se veía desde hace dos décadas.
Según datos del INDEC, entre enero y marzo de 2025 salieron del país unos 6,7 millones de argentinos, contra apenas 2,4 millones de turistas internacionales que llegaron. El saldo neto es alarmante: 4,3 millones de personas más viajaron al exterior que las que llegaron y en términos de dólares, eso se traduce en un egreso cercano a los US$5.000 millones, con ingresos apenas por US$1.500 millones.
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“El turismo emisivo sigue alto, pero con señales de moderación”
Desde el IERAL, el economista Marcos Cohen Arazi confirma que los números del primer trimestre marcan un récord negativo en los últimos 20 años. En diálogo con Perfil Córdoba, sostuvo: “El verano fue explosivo y hasta mayo se mantuvo ese ritmo, pero desde junio empezamos a ver una leve desaceleración en las búsquedas de turismo emisivo en Google, que usamos como predictor de demanda”.
Sin embargo, el panorama para el turismo interno es mucho más desalentador. “Las búsquedas asociadas a destinos dentro del país cayeron un 30% respecto al año pasado, incluso en pleno período vacacional”, indicó. Para Cohen Arazi, la combinación de baja en el turismo receptivo y en el turismo interno representa una amenaza directa para el nivel de actividad y el empleo en el sector. Solo el rubro de alojamiento perdió 3.000 puestos de trabajo en el último año, una caída del 4%, muy por encima del promedio general.
“Un leve aumento del dólar en los últimos 30 días puede contribuir a encarecer el turismo emisivo y mejorar marginalmente el atractivo para el turista extranjero, pero son efectos muy moderados frente a la magnitud del desbalance actual”, remarcó el economista.
Viajar al exterior: una opción todavía rentable
Juan Toselli, presidente de Juan Toselli International Tours y titular del Visit USA Committee, no oculta su sorpresa por el volumen de argentinos que viajan a destinos como Disney. “He visto más grupos este año que el año pasado, incluso superando cifras de prepandemia”, asegura desde Orlando, donde coordina viajes de quinceañeras.
Toselli destaca que, incluso sin financiación bancaria, hay alta demanda y un fenómeno que recuerda a los noventa: “La gente paga en cuotas directamente a las agencias, como si fuera un crédito personal. Algunos ya están reservando para 2026”. El paquete promedio que ofrece su empresa ronda los US$6.000 e incluye todo: pasajes, alojamiento, comidas, parques temáticos y experiencias exclusivas. Como referencia, este año Toselli llevó 114 chicas en febrero y una comitiva de 80 quinceañeras en julio, pero para febrero de 2026 ya tienen 200 viajes confirmados.
Además, señala una paradoja: “Hoy cuesta más hacer una fiesta en Argentina que pagar un viaje completo a Estados Unidos. Muchos padres prefieren el viaje, que además es una experiencia para toda la vida”.
“La plata no alcanza, ni para viajar ni para quedarse”
Para Hugo Mercau, presidente de la agencia New Fly, el panorama del turismo emisivo tuvo una dinámica expansiva desde fines de 2024 y alcanzó su pico durante el verano y principios del otoño. “El primer trimestre fue explosivo, pero en mayo vimos una caída fuerte: las ventas bajaron hasta un 40% en el mercado general, y nosotros tuvimos una baja del 21%”, explicó. La razón, para él, va más allá del tipo de cambio: “Aunque tengas ventajas competitivas, si no hay plata en la calle, no hay consumo posible”.
No obstante, Mercau observa una recuperación hacia el cierre del segundo trimestre: “Junio fue un mes mejor y julio pinta como un mes fuerte, aunque no con los niveles de enero o diciembre”. Además, destaca un fenómeno estructural que complejiza el análisis: “La migración juvenil, ya sea por estudio, deportes o work & travel, genera un movimiento sostenido que no depende tanto del ciclo económico”. La empresa tiene actualmente cerca de 100 jóvenes argentinos en programas de entrenamiento y acciones deportivas en Francia y Holanda.
¿Puede el Gobierno revertir el drenaje?
Tanto Toselli como Mercau coinciden en que no hay señales concretas del regreso del financiamiento bancario para viajes al exterior. Si bien hay presión desde el sector privado y de algunos bancos, el Gobierno se muestra reticente. “Con estos niveles de déficit, sería suicida facilitar aún más la salida de divisas, tiene que tener cuidado, ya se le escapó la tortuga esa semana con los bancos”, apunta Toselli.
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En paralelo, Mercau advierte sobre las asimetrías del sistema: “Las agencias grandes tienen herramientas para ofrecer financiación propia, pero las más chicas pierden competitividad. El regreso de las cuotas permitiría nivelar el terreno”.
Cohen Arazi, en cambio, subraya que el foco debería estar en recuperar competitividad para atraer turistas extranjeros. “Hay que mejorar la infraestructura, la conectividad y la promoción internacional. Sin eso, difícilmente se revierta esta tendencia”.
Un dilema estructural que excede al turismo
Más allá de las cifras y las tendencias, el caso de la balanza comercial del turismo revela una tensión más profunda en la economía argentina: la falta de confianza interna y el atractivo del consumo en el exterior, incluso en un contexto de crisis.
Mientras miles de argentinos continúan eligiendo viajar fuera del país, el turismo receptivo se retrae y el interno agoniza. La consecuencia inmediata es una pérdida neta de dólares, pero el daño mayor podría sentirse en el empleo y en la sostenibilidad de una de las industrias que, hasta hace pocos años, era uno de los motores del crecimiento regional.
Con el invierno en marcha y el verano ya en el radar de las agencias, todo indica que el turismo emisivo seguirá presionando las reservas del Banco Central. En una economía que cuenta cada dólar, esta sangría turística es un lujo que el país difícilmente pueda seguir financiando.