El nacimiento de un gigante: sus Inicios en la lucha libre
Nacido el 11 de agosto de 1953, Terry Bollea comenzó su carrera en la lucha libre a finales de los años 70, forjando su musculoso físico y carisma innato.
Su ascenso a la fama fue meteórico, especialmente tras adoptar el personaje de Hulk Hogan y unirse a la World Wrestling Federation (WWF, ahora WWE) a principios de los 80. Con su icónica malla amarilla y roja, su pañuelo, su bigote rubio y la frase «Whatcha gonna do, brother, when Hulkamania runs wild on you?» (¿Qué vas a hacer, hermano, cuando la Hulkamanía se descontrole en ti?), Hogan no era solo un luchador; era una caricatura viviente de heroísmo y poder.
Su «Hulkamania» no fue solo un eslogan, sino un movimiento cultural que atrajo a millones de nuevos fans. Niños y adultos por igual lo idolatraban, imitando sus poses, su grito de batalla y el famoso gesto de «recibir energía» de la multitud antes de desatar el «leg drop» final.
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André el Gigante vs Hulk Hogan.
Sus batallas épicas, particularmente contra André el Gigante en WrestleMania III, son momentos que quedaron grabados en la memoria colectiva, no solo de los aficionados a la lucha libre, sino de toda una generación. Este combate, presenciado por una multitud récord en el Pontiac Silverdome, es a menudo citado como el punto culminante de la era de la «Hulkamania», solidificando su estatus como el rostro de la WWF y, por extensión, de la lucha libre mundial.
Más allá del cuadrilátero: un icono cultural pop
La influencia de Hulk Hogan trascendió con creces los límites del ring. Su imagen, sinónimo de fuerza y heroísmo americano, lo convirtió en una superestrella global.
Fue pionero en la comercialización de la lucha libre, con su rostro y nombre adornando innumerables productos, desde juguetes hasta cereales. Su impacto se extendió a la música, apareciendo en videos musicales y grabando su propio álbum, «Hulk Rules», que aunque no fue un éxito de crítica, reforzó su omnipresencia cultural.
Pero su incursión en el entretenimiento no se detuvo ahí. Hogan se convirtió en una figura habitual en la televisión y el cine, capitalizando su enorme popularidad. Quizás una de sus apariciones más memorables fuera del ring fue en la pantalla grande, interpretando a Thunderlips en Rocky III (1982), donde se enfrentó al mismísimo Sylvester Stallone en un combate de exhibición que cimentó su estatus como una estrella más allá del cuadrilátero.
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Hulk Hogan y su paso por Rocky III.
También protagonizó películas como No Holds Barred (1989), que aunque no fue un éxito de crítica, consolidó su imagen de héroe de acción para el público joven. Tuvo papeles destacados en películas infantiles como Mr. Nanny (1993) y Santa with Muscles (1996), que, si bien a menudo eran menospreciadas por la crítica, eran amadas por su base de fans más jóvenes.
Sus apariciones en series de televisión y cameos en diversas producciones lo mantuvieron relevante en el ojo público mucho después de que su carrera a tiempo completo en la lucha libre comenzara a disminuir. Su reality show Hogan Knows Best, que se emitió entre 2005 y 2007, ofreció una mirada a su vida familiar, revelando otra faceta del gigante, aunque no exenta de controversia.
El «Hollywood» Hogan: un giro inesperado y exitoso
A mediados de los 90, Hogan sorprendió al mundo con un giro radical en su personaje. Al unirse a la World Championship Wrestling (WCW), se transformó en «Hollywood» Hogan, el líder del infame New World Order (nWo). Este cambio de «chico bueno» a «chico malo» fue uno de los giros más impactantes y exitosos en la historia de la lucha libre profesional.
El nWo, con su actitud rebelde y su dominio sobre la WCW, revitalizó la carrera de Hogan y generó algunos de los segmentos de televisión más memorables y de mayor audiencia en la historia de la lucha libre, llevando a las «Monday Night Wars» a nuevas alturas de popularidad.
Escándalos y controversias en la vida de Hulk Hogan
A pesar de su éxito y su estatus icónico, la vida de Hulk Hogan no estuvo exenta de escándalos y controversias. En los años 90, se vio envuelto en el escándalo de los esteroides de la WWF, testificando en el juicio contra Vince McMahon, lo que generó un gran escrutinio público.
Más tarde, en la década de 2000 su divorcio de Linda Hogan y los problemas legales de su hijo Nick fueron ampliamente publicitados, eclipsando momentáneamente sus logros profesionales. Sin embargo, el escándalo más dañino llegó en 2015, cuando fue despedido de la WWE y borrado de su Salón de la Fama después de que salieran a la luz grabaciones de audio y video de comentarios racistas. Hogan se disculpó públicamente por sus palabras, expresando arrepentimiento y asumiendo la responsabilidad.
Aunque el incidente empañó su legado, la WWE finalmente lo reinstaló en su Salón de la Fama en 2018, señalando un camino hacia la redención y el reconocimiento de su impacto innegable en la industria.
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Hogan fue un ferviente partidario de Donald Trump.
En sus últimos años, Hulk Hogan también se hizo notar por su abierto apoyo a Donald Trump. Su presencia en la campaña presidencial del ahora presidente Trump en 2024, con apariciones en mítines y la recreación de su famoso gesto de romperse la camiseta, lo conectó aún más con una base de seguidores que veían en él la encarnación de ciertos valores estadounidenses.
El legado de Hulk Hogan
La muerte de Hulk Hogan cierra un capítulo en la historia del entretenimiento. Pocos atletas o personalidades públicas han logrado la trascendencia cultural que él alcanzó, Hogan fue una personificación del sueño americano, con sus luces y sus sombras.
Su influencia en la lucha libre es incalculable. Fue el primer luchador en protagonizar WrestleMania, el evento insignia de la WWE, y su imagen sigue siendo sinónimo de la edad de oro de este deporte-espectáculo. Su capacidad para conectar con la audiencia, su carisma indomable y su habilidad para contar historias en el ring lo convirtieron en una figura indispensable.