jueves, agosto 14, 2025

Operativo clamorcito de Máximo Kirchner: el pánico escénico del hijo K

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Faltan horas para que el peronismo decida si, en la fecha límite del domingo 17, Máximo Kirchner participará o no en las listas de su espacio para las elecciones de octubre. El hijo de la ex presidenta, diputado, jefe del PJ bonaerense y líder de La Cámpora -en ese orden de importancia- elaboró un tímido “operativo clamor” para que su nombre apareciera en la la línea de largada de los potenciales candidatos. En su caso, para renovar su banca en la Cámara Baja. Pero lo cierto es que el operativo “clamorcito” no prendió demasiado en la opinión pública. Aun si decide competir, Máximo sabe que lo hará de espalda a las encuestas, en las que figura como uno de los personajes más antipáticos de la política argentina.

La pregunta de fondo es: ¿le da a Máximo para ser el heredero de su madre presa? ¿Puede crear una nueva mística, una refundación generacional del kirchnerismo que desde hace largos años no consiguen afianzar ni él ni los demás jóvenes ya viejos de La Cámpora? ¿Tiene pasta de líder, como sus padres?

Para sus destractores -dentro y fuera del peronismo-, el hijo de la jefa está más cerca del meme que de representar un nuevo liderazgo. Si hay algo que vienen criticándole a Kirchner junior es su apabullante falta de carisma. Es más, hay quienes hablan de pánico escénico y enumeran las evidencias de ese cuadro.

Acá van algunas.

  • Máximo casi no habla en la Cámara de Diputados y su liderazgo en La Cámpora, según críticos como Andrés “El Cuervo” Larroque, es vía WhatsApp. “Mínimo” es como lo llamaban en otras época sus colaboradores en esa agrupación.

  • Las entrevistas que da son contadísimas, y siempre en ambientes seguros y con periodistas amigos. Empezó a dar offs también, aunque, según quienes tuvieron oportunidad de asistir a alguno, no resultan muy interesantes.

  • A partir de que empezó a dirigir La Cámpora, allá por 2006, tardó ¡ocho años! en dar su primer discurso como jefe de esa agrupación. Recién se le conoció la voz en 2014.

  • Nunca terminó ninguna carrera universitaria, ni la de Derecho (estuvo menos de un año en la Universidad Nacional de La Plata) ni la de Periodismo (en TEA y luego en la Univerdidad de Belgrano, donde también solo duró meses). ¿Por qué no llegó a hacer pie como estudiante? Simple: porque no se presentaba a los exámenes. Pánico escénico, claro.

    La misma timidez extrema le jugó una mala pasada en su breve experiencia como cronista de vestuarios y de campo de la campaña de su amado Racing Club, un trabajo que le consiguió su padre cuando puso a la radio de la gobernación santacruceña a seguir al equipo adonde jugara. Enseguida, el joven K desistió de los vestuarios y solo cubrió lo que ocurría en el campo de juego, con frases tan reveladoras como “hay movimientos en el banco visitante”. No pasaba de eso.

    Los memoriosos recuerdan cuando, por aquellos tiempos, el joven cronista cubrió un entrenamiento del eterno rival, Independiente, para acercarse a quien era uno de sus ídolos, el DT César Luis Menotti. Le pidió una nota y Menotti accedió.

    Pero cuando se prendió el grabador, a Máximo le empezaron a temblar las piernas.

    Se hizo un silencio sin fin, hasta que Menotti lo apuró:

    —¿Arrancamos, pibe?

    Y ante la falta de respuesta, se apiadó:

    —Mejor lo dejamos para otra vez.

    Cuando alguien lo consultaba por la escena, el DT recordaba:

    —Sí, se quedó ahí callado. Después volví a verlo, pero no hablamos del tema.

    Máximo hoy ya no es aquel cronista enmudecido. Aunque aún está muy lejos, demasiado, de poder calzarse el traje de heredero.

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